La agorafobia es uno de los trastornos de la ansiedad más conocidos en todo el mundo. Si habéis visto películas como 'The Fear Inside', 'Copycat', 'Nim's Island' o 'Restraint', seguramente ya podáis haceros una idea (bastante televisiva) de cómo la agorafobia puede mostrarse en distintas personas, mas esto puede cambiar mucho. Y es que pese a ser un trastorno de la ansiedad del que se puede llegar a hablar, continúa habiendo demasiados mitos.
Comúnmente, se habla de la agorafobia como una fobia que tienen las personas a salir de casa, a los espacios abiertos, y aunque en parte es así, también hay más detrás de ese miedo. No es solo un temor profundo a estar en un espacio abierto, sino que es la sensación de que cualquier cosa podría pasarte y no tendrías un lugar en el que refugiarte. Las personas que padecen agorafobia no solo son aquellos que no quieren salir de casa, sino que también pueden ser esos que prefieren quedarse en una zona de confort predeterminada, como pudiera ser su barrio o su ciudad.
Qué es exactamente la agorafobia
Según el DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), la agorafobia es "la ansiedad por encontrarse en situaciones o lugares en los cuales la fuga pueda llegar a ser difícil (o embarazosa) o en los cuales pueda no tener ayuda disponible en caso de padecer un ataque de pánico inesperado o situacionalmente predispuesto, o situaciones semejantes al pánico. Las situaciones más comunes incluyen estar solo en casa, estar o en una multitud o haciendo cola, cruzar un puente, viajar en coche, autobús, tren o avión". Es decir, que la agorafobia es mucho más que no querer salir de casa sin más, sino que hay muchos otros pequeños detalles que podrían empujarnos a sentir que necesitamos un tratamiento psicológico para superar nuestros problemas.
Aunque hay quien habla de la agorafobia como algo más parecido al miedo al miedo, puesto que lo que realmente temen las personas agorafóbicas no son los espacios abiertos, sino las situaciones que pueden llevarles a padecer ansiedad. Salir de casa podría ser en sí mismo una situación tan excitante que acabase provocando ansiedad, y es entonces cuando podríamos volver a la definición que da el DSM; como en todos los trastornos, depende mucho de la persona en cuestión y de la situación en la que se encuentre.
¿Qué provoca la agorafobia?
Este temor a los espacios abiertos y sin protección puede verse provocado por una experiencia negativa. Puede que la persona haya sufrido algún tipo de trauma, o haya corrido mucho riesgo en el exterior, y haya asociado estos espacios abiertos con la causa de su miedo. Su temor es tal que lo único que realmente consigue tranquilizarle es pensar que en su casa, o en cualquier espacio controlado, no tiene por qué sentirse así ante nada. Sabe todo lo que le rodea, sabe todo lo que podrá pasar, lo tiene todo bajo control.
Hay que señalar, además, que la agorafobia es un trastorno de la ansiedad que no suele darse solo, sino que puede ir acompañado de acrofobia (miedo a las alturas), hipocondría (sensación constante de que cualquier cosa podría hacerle enfermar), anuptafobia (miedo a quedarse solo) y otras tantas más.
Cómo detectar la agorafobia
Si una persona padece agorafobia, esto es algo que podrá verse de forma bastante clara. No querrá salir de casa, o de su zona de confort, evitará usar transportes públicos, ir de compras, ir al cine, viajar... Todo este tipo de actividades harán que se sienta ansioso y, por lo tanto, desarrollará una conducta de evitación. La agorafobia lleva, además, unos síntomas físicos asociados: taquicardia, frío y calor, calores, temblores, hiperventilación o falta de aire, mareos, astenia, náuseas, visión borrosa... Incluso puede llegar a desencadenar en un ataque de pánico. Por eso es especialmente importante que si crees que tú, o una persona de tu entorno, padece agorafobia, consultes a un especialista.
La agorafobia puede superarse, como prácticamente todos los trastornos de este tipo, pero es necesaria la ayuda de un psicólogo y de terapia conductual para que todo vuelva a la estabilidad.