Seguro que, si pasas tiempo en internet o leyendo sobre temas de relaciones afectivo-sexuales, has oído hablar muy recientemente de términos que desconocías: demisexualidad, pansexualidad, grisexualidad, asexualidad, alosexualidad, polisexualidad, antrosexualidad, etc. En verdad, las mezclamos todas pero entran en diferentes tipos de clasificaciones, siendo algunos términos compatibles con otros (puedes ser demisexual y heterosexual, por ejemplo). Y entran en juego diferentes tipos de atracciones por otras personas, ya sea sexual, romántica, intelectual, o de ningún tipo. En definitiva, las posibilidades de querer vincularse a otra persona más allá de la amistad son muchas.
Este tipo de diferenciaciones afectivo-sexuales que las generaciones más jóvenes van enseñando al desarrollarse y socializarse en escenarios más diversos, trae opiniones dispares. La reacción de muchas personas es la de verlo como "una exageración" o creer que hoy en día se etiqueta todo en un intento de querer diferenciarnos más de los demás. Es común que ante lo nuevo, especialmente lo que tiene que ver con la juventud, sea desprestigiado o achacado a modas. Sin embargo, mucho tenemos que aprender, sobre todo en temas de diversidad afectivo-sexual, un tema muy poco explorado aún, y estas nuevas formas de identificarse también poseen un lado positivo. Exploremos resumidamente los pros y contras de etiquetar nuestra orientación afectivo-sexual de esta manera.
Desventajas: ¿una nueva fase del individualismo?
Nos encontramos, en una tendencia marcada desde décadas atrás, en un momento donde buscamos, o se espera de nosotros, que nos diferenciemos de las demás personas mediante el consumo, la competencia laboral o nuestra identidad en redes sociales. No es extraño que esto también se amplíe en el terreno sexual.
La pregunta es, ¿qué consecuencias conlleva crear nuevas categorías, independientes de lo que es la heterosexualidad, homosexualidad y bisexualidad, en el equilibro entre lo propio y lo común? La mayor amenaza que está suponiendo, por el momento, es cuestionar el modelo de la heteronormatividad y del establecimiento de relaciones sexuales de un solo tipo.
El segundo punto negativo que podría tener sería la posible limitación de nuestra concepción de la sexualidad propia. Las razones por las que una persona se siente atraída por un sexo o género u otro, o ninguno, no se conocen. Sobre las condiciones bajo las cuales desarrollamos un tipo de atracción de sexual y/o afectiva, tampoco. Así que, ¿el hecho de etiquetar nuestra atracción puede hacer que no intentemos explorar otras? ¿Que a veces hagamos más caso de lo que creemos que es propio de nosotros que de los sentimientos que estemos desarrollando? ¿Puede cambiar a lo largo de nuestra vida el tipo de personas o situaciones hacia las que nos sentimos atraídos? ¿Varía el tipo de atracción? Así, quizá podríamos estar construyendo nuestra sexualidad a partir de esa etiqueta, y pensar que algunas situaciones en las que podemos estar sintiendo atracción sexual, pensemos que estemos confundiendo el sentimiento.
Por último, etiquetar demasiadas conductas también puede llevar a verlas como ajenas a la norma, cuando en verdad la norma debería ser la propia diversidad, y que en ella entren todo tipo de condiciones. La consecuencia de ponerle un nombre a todo es que se empiece a buscar una raíz diferencial entre todas las personas, y a conferirle un carácter estático, como hacemos con la personalidad, cuando no sabemos por qué a unas personas tienen unas respuestas sexuales u otras.
Ventajas: por fin he encontrado mi sitio
Una de las principales ventajas de que haya una amplia gama de etiquetas sobre las que colocar nuestra sexualidad o afectividad es que muchas personas puedan vivirla de manera plena sin sentirse "bichos raros". Como siempre se dice, "lo que no se nombra no existe", y si tu forma de ser "no existe", entonces crees que no eres una persona normal. Así, imaginémonos cómo vivían las personas su asexualidad cuando no se contemplaba como una opción posible, es decir, hasta hace pocos años. Encontrar que tantas personas comparten tu orientación hasta el punto de que hay una categoría para ello te cambia la vida, y es todo un avance que ahora consideremos como normal y posibles todas estas posibilidades de vivir las relaciones afectivas y/o sexuales.
Por otro lado, otra ventaja es que se desafía el modelo considerado "normal" de cómo deben establecerse las relaciones afectivas y sexuales. ¿Qué es lo propio, que tenga sexo con una persona nada más conocerla, que esperemos unas citas, que establezcamos una relación...? ¿Cuándo pasa una mujer de ser una "ligera" o una "guarra" a ser una "estrecha"? ¿Por ser chico debo desear tener relaciones sexuales con todas las chicas posibles? En verdad, la sociedad establece qué es lo deseable y lo que no, colocándonos en reglas incompatible en lo que nos dice nuestra familia, nuestros amigos y lo que nosotros deseamos. Puede que mis amigos o amigas me hagan creer que tener relaciones sexuales al conocer a una persona es lo que se espera de nosotros, entonces si yo necesito establecer previamente una fuerte conexión emocional con esa persona, crean que soy un excesivo romántico o romántica. Pero ahora esa persona sabe que esa forma que ella tiene de iniciar una relación con alguien es normal, es la suya, y la de mucha gente: es demisexual. Y con esa palabra ya siente que nadie tiene derecho a cuestionarla.
De esta manera, el lenguaje nos podría estar ayudando a ser más libres, a aceptar tal y como somos, y a cuestionar las normas sociales que no son más que costumbres que cambian con el tiempo.
Conclusión
En definitiva, teniendo en cuenta las partes buenas y malas, lo que debemos sacar en conclusión es una cosa: no debemos tener miedo de explorar nuestra sexualidad, reflexionar sobre ello, cuestionar lo que pensábamos que éramos, no sacar conclusiones precipitadas, ni tampoco preocuparnos por qué tipo de sexualidad es la nuestra. Llegará el momento en el que, a través de vivir múltiples experiencias, encontremos la tendencia más estable en nuestra posible atracción sexual o afectiva. Es más, incluso las personas que no se enmarcan dentro de una categoría específica, tienen una categoría para ellas mismas: antrosexualidad. No tengas miedo de usar una etiqueta u otra, o de cambiar con el tiempo.
Y, sobre todo, que nadie cuestione nuestra orientación ni las condiciones bajo las cuales queramos establecer una relación si esta es sana, libre y aceptada por ambas partes. Incluso también podríamos incluir en este tema al poliamor, que ayuda a personas con una idea específica de vivir las relaciones sentimentales a encontrar personas afines.