Teniendo en cuenta las estadísticas de depresión que se manejan en España en la actualidad, es más que probable que en un momento de la vida, quizá en en este mismo, cualquier persona necesite acompañar en el proceso depresivo a un familiar o amigo que la experimenta. Este artículo está concebido como una aproximación introductoria a pautas de acompañamiento. Bajo esta lógica, lo primero que cabe especificar es que el papel del acompañante no radica en diagnosticar, ni el de intervenir, ni el de ser un terapeuta informal, sino que su rol consiste en el apoyo.
Si bien muchas de las pautas que se expondrán son válidas para cualquier tipo de trastorno relacionado con la salud mental, en este caso particular se piensa en la depresión. De tal modo, que la depresión se puede definir como: "Episodios determinados de al menos dos semanas de duración (aunque la mayoría de los episodios duran bastante más), que implica cambios en el estado de ánimo, con un ánimo triste, vacío o irritable, acompañado de cambios somáticos y cognitivos que afectan a la capacidad funcional".
Los principales síntomas asociados a la depresión, según los manuales diagnósticos, pueden ser un estado deprimido la mayor parte del día, insomnio, falta de energía, pérdida de concentración, disminución de interés sobre las actividades placenteras, o pérdida de autoestima. No obstante, todo trastorno psicológico presenta variabilidad en su manifestación a través de diferentes personas, por lo que resulta muy posible que los casos particulares no encajan por completo en esta tipología diagnóstica. Además, hablamos de depresión en términos generales, cuando existe un amplio abanico de trastornos depresivos que presentan diferencias entre la manifestación y gravedad de cada uno. En cualquier caso, resulta crucial retomar la idea de partida del artículo: la función del acompañante no responde a diagnosticar, con lo que la información técnica que el acompañante posea de la depresión ha de servir de orientación propia, como herramienta para anticipar lo que uno se puede encontrar en la conducta de la persona que atraviesa un proceso depresivo, y nunca con el ánimo de evaluar el estado de la persona a la que acompaña.
La fase inicial
En muchos casos acompañaremos a un amigo o familiar que haya sido diagnosticado de depresión. Sin embargo, puede haber otras situaciones en las que, sin ningún diagnóstico previo, detectemos que esa persona esté atravesando un problema en su vida. Quizá le notemos raro, distante, inexpresivo... Nosotros somos los que mejor le conocemos, de tal forma que rápidamente sabremos que algo no anda bien. Cabe reiterar la idea de que nuestro papel no es el de realizar un diagnóstico clínico, pero sí guardamos una función muy importante a la hora de detectar problemas.
Si se percibe que una persona atraviesa un trance problemático, las pautas para acompañar se basan en el apoyo y el consejo. Debemos buscar un entorno cómodo, quizá podemos hablar dos personas cercanas con él o ella, para establecer una conversación con dos objetivos: el primero de ellos es preguntar si algo anda mal, siempre intentando formular preguntas muy abiertas y dejando el espacio y tiempo suficiente para que la persona verbalice una situación que quizá sea muy compleja. En segundo lugar, ofrecer nuestro apoyo incondicional. Sin juzgar, sin tomar las riendas de la situación, pero siempre dejando clara nuestra disponibilidad.
Afrontar el día a día
Es muy posible que la persona sienta que el problema que tiene lo puede solucionar por sus propios medios. En otras ocasiones preferirán pedir ayuda a un profesional. Debemos tener claro que quien lleva las riendas de la situación debe ser la persona que la experimenta, con lo que es importante prestar cierto espacio y hacer recomendaciones en un tono muy abierto. Por ejemplo: "Quizá entre un terapeuta y nosotros te ayudaríamos a superar antes esta situación". Tratar de obligar a alguien a tomar un camino se puede percibir como un ataque. La labor de consejo resulta necesaria en un proceso depresivo, ya que una de las características de la depresión es encontrarse en una situación de parálisis que impide desarrollar actividades funcionales. Pero el acompañante debe incentivar y aconsejar, nunca imponer.
Algo similar sucede con el consumo de psicofármacos. Existe una tendencia muy extendida a la administración de psicofármacos ante cualquier indicio de depresión, incluso sin estar correctamente diagnosticada. La persona debe decidir tomar o no los psicofármacos, y en este caso el apoyo consistiría en buscar información fiable sobre su uso, informarse de los efectos secundarios, de la posible dependencia que pueda originar, y si es necesario, pedir segundas opiniones profesionales al respecto. Se debe tener en cuenta que los psicofármacos no suponen solución alguna al problema de originen de la depresión, ya que este no se trata de síndrome médico o biológico. Nos situamos así ante sustancias que pueden ayudar a mejorar el estado de ánimo, a fin de permitir el desarrollo de más actividades. Sin embargo, la solución a la depresión está en la puesta en práctica de la terapia diseñada por el psicólogo.
Pautas de acompañamiento
Uno de los principales problemas en torno a los trastornos mentales responde a que tienden a desarrollarse en espacios largos de tiempo. La impotencia que siente la persona que los atraviesa, así como la de personas cercanas que intentan ayudar y no pueden, terminar generando sentimientos de culpabilidad en todas las partes, que no hacen más que agravar la situación.
Bajo este prisma, se debe comprender que la confianza, el apoyo y la comprensión son la mejor ayuda posible. También, que todo el proceso de acompañamiento debe ser pautado con la persona que experimenta depresión, en este caso. En muchas ocasiones la persona necesitará estar sola, y necesitará espacio. En otras ocasiones necesitará estar con alguien. Es muy posible, sin embargo, que la persona con depresión rehúse hacer tareas, deje sus actividades habituales de lado. También que quiera salir de casa o cancele planes a última hora. Este tipo de conductas suelen ser fuente de conflicto con amigos y familiares, por lo que lo mejor es pautar compromisos.
De esta forma, si los familiares y amigos pueden acordar explícitamente actividades a desarrollar con la persona que experimenta depresión. Por ejemplo, "los martes iremos a la piscina" o "los viernes saldremos a cenar". Estos compromisos alcanzados se pueden plasmar por escrito, para que sirvan como incentivo o recordatorio en caso de que la persona rehúse desarrollar la actividad llegado el momento. Resulta importante que no sean actividades impuestas, sino que sean actividades acordadas entre ambas partes.
Sentimiento de soledad
Otra de las situaciones habituales en los trastornos psicológicos es la sensación de soledad y/o incomprensión. Los acompañantes deben mostrar su apoyo incondicional, pero también deben especificar muy meticulosamente su disponibilidad. Así, si un acompañante no responde una llamada por las mañanas debe quedar claro que no lo hace por estar trabajando, por ejemplo, y no porque no quiere responder a esa llamada.
Más fuentes de apoyo
Buena parte de la información aquí comentada se puede encontrar en muchas guías prácticas para familiares. Una especialmente interesante es "Saldremos de Esta", escrita por el psicólogo Javier Erro y publicada por el grupo Primera Vocal, que podéis encontrar en PDF .
Se debe acudir a material escrito por profesionales: páginas web científicas, libros o guías de asociaciones, nunca a fuentes de dudosa fiabilidad, foros o redes sociales.
Por último, existen muchas asociaciones que se centran en la depresión, con grupos de apoyo mutuo para familiares, amigos y para las personas que experimentan el trastorno. Esta última es la mejor fuente de ayuda e información.