"Las mujeres son de Venus y los hombres de Marte" es una de las frases más típicas para explicar que ambos géneros son muy diferentes. "Ellos son más racionales, y ellas más emocionales", "ellos son más fuertes y ellas más delicadas", "ellos son más nobles y ellas más hipócritas", "ellos son más brutos y ellas más cuidadosas"... La supuesta diferencia en carácter entre hombres y mujeres es una de las ideas más extendidas sobre la conducta humana, y a partir de ella generamos unas expectativas y estereotipos en cuanto a cómo han de comportarse unos y otras. Sin embargo, ¿son reales son esas diferencias? ¿Hasta qué punto? ¿Cuáles son las causas? ¿Acaso tenemos un cerebro diferente?
A lo largo de la historia, desde el pensamiento y la ciencia se creyó de manera mayoritaria que hombres y mujeres éramos esencialmente diferentes, es decir, por naturaleza. En un principio, y hasta hace muy poco, las mujeres ni siquiera eran consideradas como parte de la ciudadanía, no se les atribuían los mismos derechos que a los hombres porque estaban por debajo de ellos a nivel biológico humano. Es más, Rousseau, en su famosa Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, excluía de manera explícita a las mujeres. Sin embargo, siempre ha habido pensadores y pensadoras que no consideraban esas diferencias como "naturales", desde los sofistas de la Antigua Grecia, o el filósofo Poulain de la Barre, en el siglo XVII, o Mary Wollstonecraft, del siglo XVIII. Para estos autores, las diferencias entre los hombres y las mujeres se debían a la forma en que unos y otras eran educados.
En Psicología, uno de los debates constantes en torno a la conducta gira en torno a cuánto hay de biológico y cuánto de ambiental y social en sus orígenes. En el comportamiento de los sexos y géneros ocurre lo mismo, y aquí la biología juega un papel mucho menor del que se cree, y estamos pasando por algo la gran influencia que tiene nuestro contacto con el mundo a la hora de conformar nuestro comportamiento. Por tanto, nuestras relaciones con los demás, la manera en que aprendemos a interaccionar con el entorno, los eventos que vivimos diariamente, los discursos sociales a los que estamos expuestos (televisión, revistas, cultura...), etc., van conformando cómo somos. Así, la manera en que somos educados y educadas no es simplemente qué tipo de crianza tenemos en el hogar, sino que toda la sociedad interviene en ella.
Las hormonas, el cerebro... ¿cuánto explican?
Más allá de nuestra anatomía, las diferencias en el cuerpo, las diferencias entre hombres y mujeres se suelen asociar a temas como las hormonas o cómo es cada cerebro. Clásicamente se han asociado hormonas como los estrógenos a las mujeres, y la testosterona a los hombres, como si fueran, además, las principales causantes de nuestra conducta. Pero realmente ambas hormonas se encuentran en todos los cuerpos, aunque varíe su concentración para influir en diferentes procesos fisiológicos, pero todos las necesitamos. También ocurre con el cerebro, la única diferencia hallada entre el cerebro del hombre y la mujer es que el primero tiene más neuronas y la segunda más conexiones neuronales, funcionando, finalmente los dos de manera similar.
El cerebro es muy plástico, es decir, va cambiando su estructura y su modo de funcionar a lo largo de toda la vida, y en base a nuestro aprendizaje e interacción con el entorno. Así, en muchas ocasiones las diferencias cerebrales encontradas pueden no ser tan naturales como ambientales. Así, si en la mayoría de mujeres se observa una mayor activación que en hombres de algunas zonas a la hora de realizar una conducta de empatía, no es tanto por cómo es el cerebro, sino cómo nuestra educación para ser más empáticas ha quedado reflejada en la estructura del mismo.
Los géneros y los sexos no binarios
Aún hay mucho camino por recorrer en la investigación de la identidad del género y en la conformación de diferentes tipos de sexos. Filósofas como Judith Butler se cuestionan que el mundo se divida en mujeres y hombres, desde un plano de género (todas las conductas asociadas a lo que es un hombre y una mujer) como de sexo (la identidad de género no va siempre asociada a unos genitales, además las personas intersexuales o con características cromosómicas diferentes al binomio XX y XY no deberían ser consideradas como no normales biológicamente). Las identidades trans, por ejemplo, no siempre se ajustan al cuerpo totalmente masculino o totalmente femenino. ¿Cómo influye aquí la conducta, las hormonas o cuerpo?
Desde la investigación no es tan sencillo dar con las respuestas a todas las preguntas que existen. A la hora de realizar estudios científicos, la perspectiva desde la que trabajamos va a marcar los resultados y nuestra interpretación. Así, hay posturas científicas que consideran el binarismo (la existencia de sólo hombres y mujeres, aunque haya identidades de género intercambiadas), y otras que hay más sexos y/o más géneros.
Las consecuencias de asumir diferencias naturales entre hombres y mujeres
Asumir que los hombres son normal y naturalmente de una manera y las mujeres de otra, da lugar a roles de género, estereotipos y prejuicios que limitan mucho nuestra libertad de comportamiento. Incluso esas diferencias sociales influyen en nuestra salud mental, y es por ello que las mujeres presentan mayores tasas de trastornos como la depresión o la ansiedad, o consumen una mayor cantidad de psicofármacos.
Las personas que no cumplen estas ideas preconcebidas suelen ser discriminadas, lo cual se refleja en las diferencias laborales entre hombres y mujeres, la desigual distribución de los cuidados del hogar, la falta de expectativas ante su rendimiento, el desprecio (por ejemplo, la promiscuidad en hombres está bien vista, y en mujeres no), la justificación y evasión de responsabilidad ante conductas antisociales (por ejemplo, considerar que las chicas deben cuidarse de no ser acosadas sexualmente porque ellos "no lo pueden controlar"), o incluso cambia en la manera en que nos comportamos con los demás según su sexo o género (pensamos que las mujeres tienen que ser menos serias y más amables y si no lo son, pensamos que son amargadas). Todo se suma a la discriminación de las personas trans, también denominada transfobia, que son consideradas como fuera de la normalidad. También hay un componente homófobo, por el cual se confunde no cumplir los roles de género con una posible homosexualidad, que en muchas ocasiones se considera como algo negativo.
En definitiva, las personas con nuestro comportamiento individual, como la sociedad en conjunto, los mensajes que se envían de manera implícita en la cultura, anuncios de televisión, celebridades, estructura social, etc., están influyendo de manera muy intensa en nuestro comportamiento como hombres y como mujeres. Pero luego, nuestra forma de ser y de actuar no es cuestión de "es que somos así por naturaleza", sino que es socialmente construida: hay un patrón, pero su origen es social y educativo. Que sea construido no quiere decir que sea irreal, pero sí que se puede modificar. Por eso, desde muchos sectores de la sociedad se intentan cambiar, paso a paso, esas maneras de educarnos, para así ser más libres.