Cuando se tiene un hijo es normal que muchas cosas deban cambiar en la vida de los padres. Así pues, deberán adaptar su hogar ante la llegada del bebé, a la vez que muchos de sus hábitos de vida, con tal de poder proporcionarle a su hijo lo mejor de cara al presente, pero también a los futuros años que están por venir. Por lo tanto, será un aprendizaje mutuo, por parte del bebé que irá creciendo y adquiriendo gran parte del saber por parte de sus padres, y por parte de los progenitores, quienes deberán también ir aprendiendo día tras día cuál es la mejor manera de cuidar y educar a sus hijos con tal de que adquieran los conocimientos necesarios como para poder desarrollarse de forma correcta en el mundo, de manera que puedan tener un buen futuro, ser felices y unas relaciones sanas tanto con los demás como con ellos mismos.
Así pues, no solamente se tratará de comprar cosas materiales para que los niños se sientan a gusto, sino también de proporcionarles una buena educación y asegurarse de que serán autónomos y felices en el futuro en cuanto a la gestión de sus emociones. Poco a poco, a medida que el niño vaya creciendo, se dará cuenta de que tiene una serie de sensaciones que no siempre será capaz de controlar, por lo que serán los padres quienes deberán enseñarle, con paciencia, empatía y constancia, a reconocer cada una de estas emociones, tanto las positivas como las que no lo son tanto, y gestionarlas, de manera que puedan evitarse sufrimiento innecesario o el tener malentendidos con las personas que les rodean.
Un proceso natural
Es normal que los niños, a medida que vayan creciendo, vayan teniendo muchas y diversas emociones, tanto positivas, negativas como neutras, desde su más reciente infancia. Esto se debe a que es un proceso natural que viven todos los seres humanos y que los padres deben respetar. Sus hijos deberán tener emociones negativas con tal de comprender cuáles son, poderlas clasificar como tales e intentar gestionar de la mejor manera posible con tal de evitarlas o de no sufrir por su culpa. Si no se deja que los niños tengan estas emociones en la infancia serán incapaces de reconocerlas cuando sean más mayores y, por consiguiente, de gestionarlas de manera adecuada o intentar evitarlas cuando sean más mayores, lo que puede causarles malentendidos con los demás o situaciones indeseadas.
Así pues, mientras los niños vayan creciendo deberán vivir las distintas emociones que puedan llegar a tener en la vida y los padres no deberán sobreprotegerlos. Aquellas negativas puede que les hagan sufrir temporalmente, pero también les enseñará que no siempre podrán sentirse felices, ya que a veces deberán hacer frente a situaciones que puedan generarles estas emociones negativas, con las cuales deberán aprender a lidiar de manera que no les hagan sufrir en exceso ni les provoquen problemas o conflictos con la gente que les rodea.
Del mismo modo, también deberán aprender a gestionar aquellas emociones positivas que puedan hacer que se emocionen en extremo. Es durante la infancia que los niños deberán también aprender a que la felicidad extrema o aquello que les emociona de forma notable también debe ser controlado, ya que existen situaciones en las que puede estar muy contento, pero no existe la necesidad de gritar o de correr, por ejemplo. Así como situaciones que les generen emociones neutras, es decir, que no sean de extremos y no por eso signifique que le sienten bien o mal, simplemente que cada persona es distinta y que cada uno de nosotros gestiona y regula las emociones de una manera distinta y totalmente lícita, siempre que nos sintamos felices y a gusto con nosotros mismos y respetemos a quienes nos rodean.
Una comunicación fluida
Hablar de las emociones es una de las mejores maneras para ayudar al niño a comprenderlas, reconocerlas y gestionarlas adecuadamente. En nuestros días no tiene que suponer ningún problema para los padres el hecho de poder hablar de las distintas emociones que puede tener el niño a lo largo de su infancia y después en su vida adulta. No hay nada de malo en llorar si se siente cansado, algo le ha dolido emocionalmente o siente rabia. El hecho de llorar le ayudará a canalizar parte de estas emociones negativas y quizás le ayude a serenarse, ordenar sus ideas y, posteriormente, poder encontrar una solución a la causa que le ha hecho sentir mal, para poder mejorar estas emociones negativas y convertirlas en positivas o neutras de cara al futuro.
El hecho de poder hablar de sus emociones con sus padres hará que deposite mayor confianza en ellos, seguramente, por lo que se sentirán más unidos y podrán ayudarse entre todos a la hora de gestionar emociones positivas, negativas o neutras. Del mismo modo, sería conveniente que los progenitores también le hicieran partícipe al niño de sus emociones, para que viese que todos tenemos un modo de sentir distinto, haciendo que les comprenda, les acepte y tome conciencia de que cada individuo tiene un sentir diverso y que debemos respetarnos e intentar comprendernos entre todos con tal de ser felices y vivir correctamente en sociedad.